¿Está pasando España una crisis política?

votoDesde el martes 3 de mayo en el que se firmó el decreto de convocatoria “automática” de nuevas elecciones generales para ser celebradas el próximo 26 de junio, estamos los españoles nuevamente llamados a depositar papeletas con los nombres de los posibles y probables representantes nuestros en Congreso y Senado nacionales de donde, si no se falla otra vez, salga el presidente de la nación dentro de mes y medio, un tiempo para informarse “adecuadamente”. Mientras llega ese momento tendremos que aguantar dos cosas: la primera es soportar un gobierno provisional que no puede presentar cosas nuevas ni tampoco decidir ni pasar a aprobación leyes o normas; debemos sentirnos ingobernables (como si fuera, y de hecho lo es, culpa nuestra) y no esperar que se produzcan cambios. Y ese sentimiento nos produce una desazón, o incluso un cierto abandono. La segunda cosa es que, aunque la campaña electoral empieza el 10 de junio, es un tiempo de muchas palabras, repetidas casi todas, dadas en mítines, en debates televisivos; promesas y ofertas interesantes a cambio de obtener el voto, que es la parte más mercantil (porque es oferta y demanda) de estos tiempos “políticos”.

¿Es que vale tanto un voto? Mucho cuidado con hacer esa pregunta con cierto desdén o con aires de superioridad. El voto de cada uno es un doblón de oro por no decir lo del manido tesoro que suena más a algo muy oculto que, en efecto, también lo es. El voto es uno mismo y sus deseos, o sus necesidades, o sus caprichos –que también se dan– en último término. El presidente del Congreso, al hacer borrón y cuenta nueva ha dicho que es conveniente hacer reformas legales para evitar estos plazos tan vacíos de contenido. Digan lo que digan estamos en un tiempo muerto del que es preciso que los actores anteriores se sientan culpables. Es un axioma muy antiguo el de concebir ciertas crisis sociales como tiempos de cambios, de regeneración o de recuperación de ideales perdidos. De esas crisis se suele salir con fortaleza renovada y con frescura de ideas. Los filósofos han hablado de las crisis como ocasiones para averiguar la resistencia de los grupos y sus acciones, y especialmente la altura de miras de una comunidad política, y la calidad moral de una sociedad. Tras esto último se esconden los valores que forjaron una patria (palabra hoy denostada) a base de generosidades y sufrimientos, de privaciones y negociaciones, del deseo humano de unidad.

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